Uno de los retos que afrontan las grandes ciudades, de cara a los próximos años, es el de disminuir la contaminación manteniendo la movilidad de sus ciudadanos. Las primeras medidas ya se han comenzado a implementar, convertir el transporte público urbano en eléctrico.
El verdadero reto se centra en los autos. El transporte particular genera casi el 90% de las emisiones registradas por vehículos y cualquier solución pasa por un largo periodo de cambio.
El transporte ferroviario, aunque es popular en países como Austria, necesita una infraestructura y un gasto inicial que hace inviable que se convierta en una alternativa masiva en los próximos años; además, su crecimiento es poco escalable.
El automóvil eléctrico gana popularidad día a día, pero falta tiempo para que éste sea una alternativa mayoritaria. La prohibición de la circulación de coches contaminantes en el centro de las ciudades genera un problema grave para personas que no pueden permitirse un coche más amigable con el medio ambiente en el corto plazo.
Es como llegamos a una solución que se está empezando a implantar en nuestro entorno y que disminuye el problema de la contaminación, reduce el tráfico y genera valor en las ciudades, el transporte colaborativo.
Los principales representantes del transporte colaborativo son los servicios de carsharing, que ofrecen a sus usuarios una flota de vehículos durante cortos periodos de tiempo, y las plataformas de carpooling, que conectan a conductores de coches con asientos libres y pasajeros para que compartan el trayecto.
Si estos servicios y plataformas se soportan sobre transportes eléctricos, la fórmula se convierte en ganadora: menos coches circulando, menos gasto y mejor movilidad de los residentes en grandes ciudades.
Esta nueva realidad genera nuevos retos, como la influencia negativa en la plataforma del taxi, la posibilidad de generar negocios no controlados o la proliferación de malas prácticas. Pero esta tendencia, lejos de ser pasajera, parece haber llegado para quedarse. Grandes empresas e instituciones han apostado por lanzar servicios de transporte colaborativo, no sólo basado en automóviles. Nuestras ciudades se están poblando de motos y bicicletas eléctricas, de uso compartido, que permiten atravesar la ciudad por muy poco dinero.
El futuro en este campo avanzará de forma exponencial en el momento en que la gran promesa de la industria del automóvil esté disponible, con ello me refiero a la conducción autónoma.
Cuando los vehículos autónomos nivel cinco (autonomía total sin necesidad de conductor) estén disponibles, las posibilidades para el transporte colaborativo serán infinitas.
En este escenario incluso la compra de un vehículo tendría poco sentido, ya que solicitando un coche para tus trayectos obtendrías el mismo resultado que tienes actualmente, pero sin necesidad de soportar el mantenimiento y los gastos asociados.
Pero hasta que llegue un futuro de coches eléctricos independientes, conducción autónoma completa, una de las mejores armas para combatir la contaminación está en nuestras manos y se basa en algo tan antiguo y revolucionario como compartir.
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